domingo, 29 de noviembre de 2009

Adiós a una habitación con vistas



Hoy cruzamos el umbral de la puerta de nuestro apartamento 1701 en Beijing por última vez. Antes o después sabíamos que este momento llegaría. Han sido once meses de ricas experiencias, de una adaptación difícil y de un arduo camino hacia la comprensión y el entendimiento mutuo. Estas cuatro paredes significan una etapa de nuestras vidas que termina. Resultó difícil decir adiós en y a Madrid, hoy no resulta fácil ir a la estación para tomar un tren que nos lleve a Shanghai sin mirar hacia atrás y pensar en los recuerdos que se quedan dentro del apartamento 1701. Nuestro Centro de Operaciones.


Nos despedimos de Beijing como cuando llegamos. Sentimientos enfrentados dentro de nosotros que nos empujan hacia otra ciudad al tiempo que resurgen todos esos momentos que esta ciudad nos ha otorgado. Intuimos que pronto volveremos, que allí donde vamos será un paso hacia adelante y no un motivo para entristecerse, pero un adiós siempre se dice con lágrimas en los ojos. Sus gélidas temperaturas, su maravilla del mundo, su burbuja artística en el 798, su historia. Todo suyo y todo nuestro. Con el tiempo se aprende a convivir, a respetar aquello que en unas horas ya estaremos echando de menos. Cuídate Beijing 再见


"Hay ciudades que parecen soñarse a sí mismas. Beijing, atareada y vulgar, habitada sin saberlo por sueños literarios en fuga". Manel Ollé (Prólogo de Historias de Pekín de David Kidd


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viernes, 27 de noviembre de 2009

Finito cuanto

Unos precios excesivamente bajos, irrisorios, a veces cómicos, hacen que los mercados de falsificaciones sean una de las visitas favoritas de los turistas. Muchos de los que leéis este blog (eso no gustaría pensar ¿ilusos?) durante vuestra estancia en Beijing disteis buena cuenta del Silk Market y Yashow Market, con el correspondiente asombro por nuestra parte. No creíamos lo que veíamos, visitas diarias a estos templos del capitalismo “Made in China”, a veces clandestinas (supongo que para apaciguar el mono), compras compulsivas, “qué más da, me ha costado 8 euros ¡¡¡un bolso Gucci!!!!” Decías algunos. El noble arte de consumir lo han hecho igual de bien y el mismo número de veces tanto las mujeres como los hombres. En este sentido, el género masculino ha luchado por alcanzar la paridad a la hora de gastar.



Comprar en China es una actividad aditiva y una descarga de adrenalina importante. A veces, lo de menos es lo que se compra, sino a qué precio se consigue. Es una lucha entre tú y la dependienta, quien no dudará en emplear todas sus artimañas para conseguir encasquetarte cualquier cosa a un precio muy por encima del suyo. Ellas regatean mejor que nosotros. Saben lo que hacen y su paciencia no tiene límites. Una fuerza interior innata en ellas las abstrae y se olvidan de que están pugnando por un euro, en el mejor de los casos, por dos euros. Obviamente, al final lo consiguen. La felicidad de la compra radica en el hecho de haber ganado la victoria a la astuta china, qué más da que sean unas Converse All Star, que una camiseta Abercrombie, si el precio siempre es el mismo ¡¡¡5 euros!!!!

Muchas veces me he imaginado alguno de vosotros en traje de baño, en ropa de andar por casa, en chándal, luciendo una muñeca vestida con un elegante reloj Omega o un hombro del que cuelga un bonito bolso Gucci.

Yo también he sido drogadicto de estos centros, pero si tuviera que elegir mí sobre dosis sería de ropa hecha a medida por mis sastres favoritos, Jennie y Óscar. Mañana, cuando vayamos a recoger nuestras chaquetas “chinese style”, nos despediremos de ellos. Un placer.

Las apariencias engañan. Aquello que siempre hemos considerado tradicional, con el paso del tiempo, puede ser la opción alternativa a un estilo de vida común para la sociedad. ¿Qué es realmente China y qué nos transmiten desde España? Lejos de ser un país atrasado, donde la mentalidad conservadora gana la partida a las ideas innovadoras, el Gran Dragón, muestra y explota un potencial desconocido.



Beijing avanza con pasos de gigante pero sin tirar por la borda todo lo que forma parte de su historia y, por tanto, de su filosofía. Un mundo de contrastes que se aprecia nada más bajar del avión. La Ciudad Prohibida y el Mausoleo de Mao atestiguan la conservación e idolatría. Miles de chinos visitan diariamente lo que fue el cobijo de los emperadores y el cuerpo embalsamado del fundador de la República Popular de China. Llegan cargados de ilusión y bolsas de comida rápida para disfrutar todo el día de un enclave en el que a ellos les hubiese gustado vivir. Ellos representan la tradición, el amor a unos antepasados.



Ver más allá, querer evolucionar y situarse entre los países más poderosos del mundo les ha convertido en unos férreos seguidores de los altos edificios con formas esquizofrénicas y paredes acristaladas. La modernidad ha llegado a Bj de la mano de unos Juegos Olímpicos que apostaron por los sueños de los ciudadanos más jóvenes que quieren dar una nueva cara a este país. El Nido no fue sólo una construcción de acero entrelazado, sino que fue la semilla que hará brotar todos sus frutos. “Trabajando llegaremos a ser lo que queremos, un país respetado por los demás”. Más de uno podíamos adoptar su filosofía.

Descubrir la Villa Olímpica, atravesar el Mausoleo. No son comparables. La simbología del contraste potencia la riqueza de un país. Idolatran a su antiguo presidente al tiempo que sueñan con ser mejores. Las imágenes muestran sólo atisbos de lo que la mente esconde. La convivencia entre tradición y modernidad forman el cuadro de lo que ha sido nuestra casa.


Camacho alecciona: “El que quiera jugar tiene que llamar a la puerta hasta tirarla” y nosotros nos preguntamos ¿se puede equiparar a escribir emails?

domingo, 22 de noviembre de 2009

Post de 400 palabras: 1 euro


Cuando cogimos el avión desde el Aeropuerto de Barajas dirección Beijing éramos conscientes de lo que dejábamos atrás, de lo que prescindiríamos en los próximos meses, pero hubo un detalle del que no fuimos conscientes hasta que llegamos. Vivir en Rivas me había creado ciertos hábitos que aquí han sido difíciles de subsanar. La aceituna, como lo llama mi padre, fue mi salvación y el mejor ayudante que pude tener para poder ir allá donde quería. Aquí en Beijing, lo echo de menos. La sensación de conducir por la A3 es ahora una nostalgia, un deseo.

Como diría el anuncio de BMW, “me gusta conducir” y en este país no es algo asequible para los extranjeros. Alquilar un coche o sacarse el carnet puede estar al alcance de muchos pero entender los caracteres de las carreteras comarcales y no perderte, eso no tiene precio. Así que asimilamos la derrota y buscamos una solución que llegó con la primera visita. En honor a la famosa película china “La bicicleta de Pekín”, barajamos la posibilidad de hacer deporte al tiempo que nos desplazábamos de un lugar a otro pedaleando en su medio de transporte estrella.

No vino con lazo ni se entregó el día de Reyes, pero el regalo de las bicicletas ha sido uno de los más útiles (junto al horno-microondas, todo sea dicho). “Forever” es su marca pero no representa de manera fidedigna la calidad de sus materiales. Hoy están oxidadas y emiten ruidos sospechosos, nosotros sabemos que así se sienten integradas en una sociedad donde las bicis no son para “fardar” sino para la necesidad diaria de moverse.


Han hecho su función. Han sido las responsables de muchas de nuestras satisfacciones y también de algún que otro encuentro fortuito con aquellos chinos que no miran al cruzar. Las “Forever” irán con nosotros a Shanghai pero conducir no es lo mismo que pedalear. ¿Dónde quedaron esas noches bajando la Castellana o los trayectos a Valencia rodeados de moteros que se dirigen al mismo destino que nosotras? Un coche es muchas veces nuestra segunda casa y a esa también tenemos ganas de volver.

Nos decís que en Madrid la primavera ha invadido el mes de noviembre, con unos termómetros que alcanzan los 20º C. Sin embargo leemos todos los días en un periódico digital noticias que presagian un oscuro presente y un desalentador futuro. Desde aquí no acertamos qué ropa ponernos ante tales volátiles predicciones.

La distancia que hay entre aquí y allí no nos ha hecho ajenos a una realidad personificada en largas, a veces optimistas, otras pesimistas, colas a las puertas de las oficinas del INEM. En China, el único país que crece el 7% por encima de su PIB, hemos padecido en nuestras carnes una crisis que parece haberle gustado España y amenaza con instalarse más tiempo del que se la había invitado en un principio. Amparados por esta situación muchos han encontrado la coartada perfecta para no pagar.
Creemos que esta crisis citada hasta la saciedad está siendo una máquina de hacer dinero para muchos aprovechados. En una situación como la que estamos viviendo sale lo mejor y peor del ser humano. Tenemos la oportunidad de cambiar una mentalidad que nos estanca y nos ahoga en nuestra propia mediocridad. Es momento de dar un paso al frente y así acercarnos a la salida. Si cada vez que se dijera la palabra “crisis” todos metiéramos un euro en una hucha (nosotros meteríamos 10 RMB) seguro que el dinero volvería a fluir por las frívolas autopistas del capitalismo que nos protege del ataque del Ejército Rojo.


Por nuestra experiencia podemos decir que las medidas que se están tomando para atajar la crisis no están siendo las idóneas. Se está saboteando una profesión al mejor postor, siendo dos partes, siempre ha sido la más débil la que más ha dado (nosotros) y la supuestamente fuerte se ha limitado a lamentarse y a no mirar con inteligencia la situación que vivimos.
A nosotros nos han sobrado los motivos para no desfallecer y seguir con nuestra idea, adaptándola a cada obstáculo que nos hemos ido encontrando. Optimismo, nuevas propuestas, decisión, ganas de querer hacer algo son las claves tópicas para que las colas del INEM, los despidos masivos, las reducciones de personal, los recortes en las ayudas, el periodismo ciudadano sean el recuerdo de una noche de frío invierno en Beijing.


Walter Lippman muestra la mentalidad que nos hemos encontrado “Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho”.

jueves, 19 de noviembre de 2009

¿Cueces o enriqueces?


La gastronomía de un país suele ser uno de los pilares básicos que la sustentan. Con más tradición que muchos monumentos y más beneficios que los combates por tierras ajenas, los documentos sobre los secretos culinarios no se guardan en una biblioteca ni en internet, sino que está en la cabeza de todas esas abuelas y madres que crecieron aprendiendo. Y parece que una de las recetas mejor guardadas es la del pato pekinés. ¿Por qué no sabe igual en Dadong que en cualquier restaurante de Madrid? Tanto a los más prestigiosos, como a los auténticos chinos les falta algo…

Comer pato laqueado en Beijing se ha convertido en una excursión más para nosotros. Igualarlo a la Gran Muralla es una realidad y las visitas siempre han apreciado el verdadero espectáculo de cuchillos y palillos que se mostraba en ese salón minimalista. Un pato por pareja, esa era la medida. Puffff…. Algo más que un cochinillo para cuatro en una cena de navidad.

Tan “hao chi”, como dirían los chinos, son las famosas empanadillas. Rellenas de carne, gambas, cangrejo o verduras. Con masa de pan o de pasta. Las opciones son innumerables y elegir puede resultar una ardua tarea para los indecisos. Servidas en canastillos de bambú y con una presencia impecable. Entonces todos nos hacemos la misma pregunta… ¿Cómo se harán estos saquitos? Por experiencia propia diré que es más fácil hacer una docena de esos patos laqueado que un solo saquito de ese manjar. Su textura, su olor a frescor y su explosión de sabor en tu paladar te introducen en una dinámica glotona de la que será complicado parar hasta que no quede ninguna.


El pato y las empanadillas, dos secretos muy bien guardados que echaré de menos en España. A la pregunta de por qué no saben igual, es sencillo contestar. El lugar, el ambiente que se respira no es el mismo. Y es que hay que viajar 10.000 kilómetros para comprobarlo.


Pero como no todos los días podemos disfrutar de esos restaurantes (y todo hay que tomarlo en su justa medida), experimentamos en nuestra propia cocina. La tortilla de patata y el amagante giro de muñeca ya está controlado pero ahora nos hemos lanzado a otras recetas nacionales como el cocido. La primera vez estaba rico, pero pudo ser que tuviésemos suerte. Quisimos repetir y el resultado fue el mismo… ¡Ya tenemos remedio para combatir el frío! Hace un año, no sabíamos hacer más que ensaladas y filete con patatas y hoy podemos decir que ya hemos aprendido lo que es la independencia.


Durante los días previos a la celebración de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, las noticias sobre el Gran Dragón se sucedían. “El Gobierno chino prohíbe escupir en la vía pública”, informaba el telediario de turno. “Las autoridades municipales de Beijing instan a los ciudadanos de la capital a que no salgan a la calle vestidos con el pijama”, “Se castigará, incluso se sancionará económicamente, a aquellas personas que no respeten su turno en una cola”, leíamos en los periódicos de aquel deportivo verano. Mucho se dijo también de la contaminación, de la emisión de CO₂ procedente de las fábricas que custodian la ciudad, donde se manufacturan los productos “made in China”. El precio de la mercancía lo marca el país donde tenga lugar la compra. ¿De verdad somos tan listos los occidentales?


Desde la distancia, no podía creer lo que dictaba el ente que aspira a ser el primer poder. Sin embargo, pasaron unas horas en Beijing y me di cuenta de que se quedaron cortos, pero comprendí el alcance de todas esas medidas como un intento de parecerse a nosotros ¿Por qué? Nos hemos pasando tanto tiempo diciendo que somos los mejores que nos lo hemos creído nosotros y ellos.


Escupen con pasmosa indiferencia en medio de la calle, rodeados de miradas (cómplices). Aquí no hay espacio para el qué dirán. Todos hacen ¡Puag! Increíble resulta ver como se cuelan. Existe un ley tácita que te permite colarte si el otro no se da cuenta. Se acepta con deportividad. Este cansado fenómeno tiene lugar en todo tipo de establecimientos, situaciones, sin importar la moralidad, ética, legalidad, que implique la acción. Los segundones no tienen cabida en un país de 1.300 millones habitantes. Esta hostilidad la compensan con la simpática imagen de un matrimonio paseando al perro (hemos llegado a ver patas de perros con deportivas estilo Converse All Star) vestidos con un elegante pijama cada uno.


Grandes amantes de las aves, las sacan a pasear y las devoran a partes iguales. Resulta curioso ver a hombres y mujeres con sus decorativas jaulas habitadas por un pájaro paseando por la calle como si la historia no fuese con ellos. Más grima da ver un pequeño cajetín ocupado por un peludo grillo de considerables dimensiones, teniendo en cuenta lo escaso de nuestro conocimiento sobre el grillo. Cric-cric (o como haga aquí este animal).


Barack Obama dejó unas pinceladas en su visita a China: “Cuanto más libre es la información, más fuerte es la democracia”.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Érase una vez…

El presente que vivimos en Beijing pronto pasará a formar parte de nuestro pasado. Lugares descubiertos, experiencias memorables, lecciones aprendidas. Hasta nuestra vuelta, contaremos aquello que despertó una chispa en nuestro interior, eso que nos llevaremos de una ciudad que ha sido nuestro hogar durante todo este tiempo.


Salimos de Madrid aún con el recuerdo reciente de unas navidades y llegamos a Beijing pensando en los días festivos que marcarían el inicio del Año del Buey. Dos celebraciones parecidas. Dos sensaciones diferentes. Lo que en nuestra ciudad llevaba en todo momento tintes de despedida, aquí se impregnaba de ilusión y, por qué no decirlo, de miedo. Echo la mirada atrás y pienso en esos días. Las frías calles se construían en nuestra mente con cada paso que dábamos.


Con la inquietud de vivir una navidad en un país diferente al mío, me desperté ese día 25 de enero sabiendo que sería su adiós a un año olímpico de triunfos y demostraciones (por lo visto, nunca podemos dejar de demostrar lo que somos). Soñé con un día que marcase el ritmo de mi corazón, que sintiese como si fuera mí propia navidad. No fue así. La navidad es magia pero no a cualquier precio. Quería sentirme uno más de ellos pero no pude. Tal vez algo dentro de mí no quiso poder. Por muy grande que sea mi pasión por China, mi país siempre tendrá mucho ganado.


Dicen que los chinos se aferran a la constancia hasta conseguir su objetivo. Pareció que esa noche la meta de los trabajadores del hotel en el que nos hospedábamos (y que algunos de vosotros conocéis) éramos nosotros. No cedieron hasta que nos sentamos a cenar con ellos. Así que ellos ganaron, sin querer hacerles un feo y dejando que ese ofrecimiento hiciese que nos sintiésemos algo más como en casa. Nos divertimos, nos indigestamos alternando las empanadillas con las gambas fritas y éstas con sus polvorones glutinosos por no saber decir un “no”. ¿Por qué íbamos a hacerlo? Somos nosotros los extraños y nosotros los que debemos adaptarnos.



A las 00.00 estalló el júbilo entre los chinos y todos salieron a la calle con sus petardos y fuegos artificiales mientras que mi mirada atónita les empezaba a comprender. Poco a poco descubriría más a fondo una forma de ser y un estilo de vida que escapa de nuestro control. El cielo se iluminó de luz y sonido para marcar el comienzo de un nuevo año lunar. Esta vez le ha tocado al buey ser el rey de la fiesta, mi horóscopo chino que espero siga acompañándome hasta el final de este año 4707.

Consumir preferentemente antes de tres meses desde su fecha de expedición. Sí, nuestros visados de turistas han ido caducando como los yogures. Dicen que si existe una solución, entonces no hay problema. Cada noventa días encontramos una excusa para seguir aprendiendo, sinónimo de viajar.



Hace muchos años que vi la película “La Caja China”. Desde aquel día quise conocer ese territorio del que los británicos tardaron tanto tiempo en desprenderse. Siempre me han seducido las ciudades coloniales, obligadas a sentir arraigo, despojadas de su identidad, a la deriva. Jugaba a imaginármelas, incomprendidas, solitarias, altivas, misteriosas, cultas, acogedoras. Que pereza debe dar luchar por tu independencia contra el imperio de turno que te colonizó y contra el país que te reclama. Pienso.


El día D fue el 16 de abril de 2009. Después de veinticuatro horas de viaje en tren llegamos a Kowloon. Estoy con ustedes en que más romántico hubiera sido atracar en un barco en el Puerto de Victoria, pero… Para ella no era su primera vez, así que me guió Nathan Road dirección sur, hasta el Star Ferry. La isla de Hong Hong se nos apareció ante nosotros. Y enmudecí. En ese momento se me vino a la mente “La Caja China” y pensé que si yo fuera británico también hubiera luchado por conservar ese pedazo de tierra. A la deriva, despojada de su identidad, obligada a sentir arraigo… Una ciudad colonial.



Nos parece una buena filosofía para salir de la crisis lo que sugiere Alfons Cornellá, presidente-fundador de Infonomía: “Del miedo al fracaso se pasa al miedo al riesgo. Y sin riesgo no hay innovación, no hay futuro”.

martes, 10 de noviembre de 2009

Año de nieves, año de bienes

¿Hacia dónde va China? Esa es una de las preguntas que todos los líderes del mundo se plantean. Se piensa que llegará muy lejos pero siempre se ha dudado del modo para obtener esas metas. Algunas buenas, de eso damos fe nosotros mismos, pero otras entran en juicio.

Parece que en esta ciudad no existen problemas que el hombre no pueda solucionar. Ya ocurrió con el Aniversario de la Fundación de la República y el pasado domingo 1 de noviembre volvió a ocurrir. Querían un cielo despejado para el gran desfile y tuvieron el sol más radiante. Ahora hay sequía y ¿qué mejor que la nieve para paliarla? ¡Qué sencillo es vivir en Beijing! Unos cohetes de yoduro de plata y listo ;p Pero como siempre, estamos más enterados de las noticias de España que las de China, así que salimos a celebrar la gran nevada pensando que era la primera de un sinfín que llegarían de manera natural.


Si la Plaza de Tian´anmen es inmensa, para nosotros ese día sus dimensiones parecían ser aún mayores con un viento que aumentaba la velocidad por minutos. Helados, después de dos horas en la calle, volvimos a nuestro hogar con la sensación de haber revivido la infancia. Hoy, una semana después, pronostican más nieve y temperaturas que descienden a un ritmo vertiginoso… ¿Dónde quedaron esos 40 grados? Las visitas no darían crédito después de lo que vivieron.


No creemos que mientras vivíamos en Madrid supiéramos valorar en su justa medida aquellas pequeñas cosas que hoy extrañamos y que tanto esfuerzo nos cuesta realizarlas. (Obviaremos todas aquellas relacionadas con los seres queridos y/o mascotas [no tiene porque ser en ese orden]). Contemplar el cielo azul, escuchar la radio, leer el periódico y ver jugar al Real Madrid. Desde hace algún tiempo esa última cuestión nos quita el sueño. La diferencia horaria respecto a España (+ 7 horas) nos obliga a vivir un derby con legañas en los ojos y sin saber qué hacer después del partido. ¿Nos vamos a dormir o seguimos despiertos? He aquí la cuestión.

Desubicados nos encontramos a las 05 h delante del televisor viendo en la CCTV5 o en BTV, jugar al Madrid contra el Atlético, escuchando la narración de Manola Lama (con un retardo de 20 segundos). ¿Cómo se puede vivir con emoción un partido de esa manera? Como siempre ganamos. Como siempre la culpa fue del árbitro. Como siempre la historia se repite. El año que viene otra vez se oirá aquello de “esta vez sí que sí”. Y mañana nos desvelaremos para oír el choque ante el segundo equipo de la comunidad de Madrid, el Alcorcón. Tenemos una corazonada.


Desde aquí quiero animar a los muchachos (como diría Maradona) del Rayito a seguir disfrutando del partido semanal (por fin en unas buenas instalaciones). Ganar es otra cuestión muy reñida y esquiva con nosotros. Las crónicas que se pueden leer estos días animan a jugar. Ya queda menos.


Ya sabíamos en Tailandia que después del trabajo de campo tocaría echar muchas horas delante de nuestro mejor amigo aquí, el ordenador. Primera meta conseguida. Mitad del trabajo hecho. Sentimos cierto alivio al saber que es posible terminar nuestra experiencia en Beijing con todo terminado, con la libertad necesaria para poder disfrutar de Madrid como es debido. Ahora nos espera otra guía. Tailandia ya no nos parece tan paradisiaca… ¿tendremos que volver para comprobarlo?


El uso que le damos al horno resulta enfermizo. Después del ordenador es el aparato eléctrico que más encendemos durante el día. Nos hemos dado cuenta de la cantidad de posibilidades culinarias que nos brinda, un pescadito, un costillar, la pasta, etc. Sin embargo, para el cocido que nos metimos en el cuerpo hace unos días no hace falta usarlo. Abuelas, madres y otros parientes, no nos creerán, pero la palabra “bueno” es poco para decir cómo estaba. Quizá, lo siguiente.


Nos ha gustado el consejo que le han dado al Agente Especial Cooper de Twin Peaks: “Haz de tu sonrisa un paraguas y deja que llueva”.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

¡Qué cosa!

T3 de Beijing, increíble lo moderna que es, bueno no tan increíble ya que se parece mucho a la T4 de Madrid, pero hemos recorrido 10 mil kilómetros… y en esa que parece ser la tontuna turista (una variante del síndrome) nos esperábamos un aeropuerto con techos de pagoda o algo así …catetos a más no poder!

Al llevar ya casi 3 semanas en Madrid he tenido modo de asentar mis emociones y confirmar lo que desde el primer día empecé a sentir…Cuando llevas tiempo viajando, cuando has recorrido casi las 4 esquinas (la tierra tiene esquinas?) del mundo te das cuenta de que vayas donde vayas somos todos iguales y todos diferentes a la vez.


Nada más llegar ya me siento en casa, el teneros allí desde luego ha ayudado y la acogida que nos brindaron David y Laura hizo que nos relajáramos, pero comprobar día tras día que estemos donde estemos podemos sentirnos parte de ese lugar es genial… Esa familiaridad hace que desde el minuto uno me sienta cómoda como para poder expresar mi admiración, descontento o critica sin pensarlo, tal como sale del alma. …todos iguales decía no?? Pues NO! Y para marcar las diferencias el gobierno chino, el día antes del super desfile (que una vez acabado tendremos oportunidad de poder volver a ver un millón veces, por si se nos había escapado algún detalle o no nos había quedado claro el poderío del gigante rojo), dispara unos misilillos para que llueva todo lo que tenga que llover pero que luego deje un cielo despejado durante una semana… Occidente chúpate esa! La verdad es que no podemos evitar la típica frase de “esto no puede ser bueno”… pero nos viene de perlas, ya que hemos sido unos turistas casi suicidas en visitar Pekín y coincidir con su GRAN SEMANA de vacaciones, pues por lo menos que nos haga bueno…

En fin, que si estás de vacaciones en Pekín lo suyo es ver la muralla, la ciudad prohibida, la plaza de Tian´anmen y si eres chino pues igual, así que nos juntamos 20 millones de pekineses de vacaciones más nosotros 7, oleee oleee… así nos va…. gente, gente, gente y más gente… venga empujar, venga escupir, venga colarse…en todo momento se me viene a la mente la semana de Reyes y la Puerta del Sol… igual… venga empujar, venga escupir, venga colarse… pero, sin ojos rasgaos y sin farolillos, que oye ya que estamos tienen su punto, y el paisaje mola más… no hay día que no nos acostemos destrozaos de cansancio, las distancias marean, pero tiene que ser así, como vas a hacer una mini plaza en una macro ciudad?? Ciudad grande, plaza grande, te hace sentir pequeñito y perdido, pero a estos chinos entre tanta grandeza no se les escapa detalle, lo tienen todo controlado, y acabamos un poco hartos de tantos controles. Cada vez que cogemos el metro tengo la sensación de que lo próximo que me van a pedir es hacer un check-in para acceder al andén, hay uniformes para TODO. Ser vigilante o guardián de algo parece ser el trabajo chino por excelencia, pero entre nosotros, digo yo que de alguna manera habrá que controlar el paro, a la gente le tienes que dar un trabajo, pero no uno cualquiera, que la gente tiene su orgullo y quiere sentirse útil y más si tiene en el corazón tanto amor patrio… ”Toma te colocas el uniforme y te nombro controlador de bolsos a la entrada del metro…” y ahí están tan tiesos y orgullosos. Controlando y vigilando.



Agotados, pero bien alimentados eso sí… al viajar si algo he aprendido es a probar todo lo que puedo de la gastronomía local, porque de los edificios, los colores y las gentes te llevas fotos, recuerdos y souvenirs varios, verdaderos o "falsos", pero lo que no te puedes llevar son olores y sabores. Esos se quedan donde están... así que me lo como todo saboreándolo a fondo. Descubrir lo nuevo, texturas, especias, olores, llego a la conclusión de que me encanta todo. El pato, el arroz, los tallarines, todo nos resulta tan familiar y tan diferente a la vez...

Nos volvemos con mil fotos, mil risas, quinientos refunfuños y un millón de recuerdos.

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