Esta mañana me he levantado con la sensación de haber dormido once meses. He desayunado galletas de chocolate enriquecidas con fibra y un vaso de leche semidesnatada. A continuación me he vestido, no sé muy bien con que propósito. Abrochándome el penúltimo botón de mi camisa me ha llamado la atención su cuello estilo Mao. ¡Ah, que al final me fui a Beijing! Las maletas preparadas y un papel impreso con el código de un vuelo Shanghai-Estambul-Madrid me dicen que estamos de vuelta. Hoy es el día en que la tristeza deja su hueco a la alegría, tal y cómo os prometimos en el primer post.
Cuando los instantes superan a las palabras, cuando los sentimientos son inexplicables, cuando una etapa de nuestra vida termina. El tiempo marca nuestro pasado, presente y futuro. A partir de ahora, la ciudad de Beijing irá ligada a un cambio de mentalidad y a unos principios que siempre soñamos tener. Hoy volveremos a sobrevolar los Urales pero esta vez dirección oeste, de camino a casa. Dieciocho horas de viaje nos harán reflexionar sobre lo que nos ha aportado la capital de China, sobre los contratiempos que nos han hecho madurar a marchas forzadas pero, especialmente, sobre un nuevo proyecto de futuro, aquel en el que nosotros creemos. Estamos deseando abrazaros…
Jean Paul Sartre dijo: “Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”.
Nosotros también estamos deseando abrazaros!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarTenemos muchas ganas de que ese avión llegue a Madrid.
ResponderEliminar