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Es momento para fiarse de los sentidos y el olor a té nos lleva hasta él. Achatada, pequeña. Curioso rasgo que despierta sentimientos enfrentados: envidiada por desapercibida y renegada por aplastada. Sí, él prefiere la nariz occidental. ¿Por qué? Tal vez por lo que ellas han visto ya, por lo que están viviendo.
Es momento para fiarse de los sentidos y el olor a té nos lleva hasta él. Achatada, pequeña. Curioso rasgo que despierta sentimientos enfrentados: envidiada por desapercibida y renegada por aplastada. Sí, él prefiere la nariz occidental. ¿Por qué? Tal vez por lo que ellas han visto ya, por lo que están viviendo.
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¡Por fin tenemos algo que nos une! Ver a una niña radiante mientras sostiene una gran nube de algodón provoca la misma sonrisa. Su boca y la nuestra bien podría ser la misma. Es más, podría pronunciar las mismas palabras, aquellas que nos hacen mejores al unirlas, sí, juntos somos más felices.
¡Por fin tenemos algo que nos une! Ver a una niña radiante mientras sostiene una gran nube de algodón provoca la misma sonrisa. Su boca y la nuestra bien podría ser la misma. Es más, podría pronunciar las mismas palabras, aquellas que nos hacen mejores al unirlas, sí, juntos somos más felices.
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Sus desnudos pies parecían hablar francés. Una fina pedicura delataba una vanidad que no podía ocultarse. Pocos, muy pocos pelos se atisbaban en aquellas blancas piernas cubiertas por un pantalón cargo de color oscuro remangado por encima de unos delicados tobillos. El bolsillo del lado izquierdo escondía un vicio tan negro como el cine que hacia el varonil Humphrey. Un cinturón de cuero sujetaba el pantalón a la altura donde no se pierde la elegancia.
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Sus desnudos pies parecían hablar francés. Una fina pedicura delataba una vanidad que no podía ocultarse. Pocos, muy pocos pelos se atisbaban en aquellas blancas piernas cubiertas por un pantalón cargo de color oscuro remangado por encima de unos delicados tobillos. El bolsillo del lado izquierdo escondía un vicio tan negro como el cine que hacia el varonil Humphrey. Un cinturón de cuero sujetaba el pantalón a la altura donde no se pierde la elegancia.
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Los puños de su camisa blanca, de cuello mao, doblados una vez, lo justo para descubrir un más que regalo de primera comunión. Un reloj con correa de caucho, de gran esfera de fondo negro, con números blancos, decoraba la muñeca del brazo izquierdo. En el brazo derecho portaba una vieja pulsera de cuero que era una promesa… y quería cumplirla.

Ya queda menos!!!!
ResponderEliminar¡Con tantos encargos no tenemos tiempo de escribir nada!
ResponderEliminar¿Dejarán en China pasar el jamoncito y el lomo? Lo sentiría mucho por vosotros si no d
ejaran.
Esclaramunda