martes, 26 de mayo de 2009

Internet Explorer no puede mostrar la página web


Esto es lo que nos encontramos cada vez que tecleamos la dirección de nuestro cuaderno de bitácoras virtual. Imaginamos los motivos, aquí el uso de la tijera está muy extendido y es un gran medio para educar. Por este motivo José Enrique Cuevas (un gran tío), al que desde aquí animamos y damos las gracias, nos edita los textos e imágenes que le enviamos para que el blog no se detenga. Como cantó el bizarro Freddie Mercury, “The show must go on”.

Tocar todos los palos es algo que siempre se nos dio bien y más desde que estamos en Beijing. La necesidad del dinero nos hace buscarnos la vida de las maneras más variopintas que existan y es que esta ciudad es el foco de las oportunidades de este tipo de excentricidades para los extranjeros. Hoy buscaban a nativos para corregir traducciones de textos. A priori, un trabajo fácil y sencillo pero que escondía una complejidad que sólo hemos percibido al encontrarnos en una entrevista personal rodeada por tres especialistas. ¿Qué hacíamos allí? ¿Acaso pretendía ser éste el trabajo soñado? No, pero nos vimos hablando inglés sobre programas informáticos de los que no sabemos más que utilizar las funciones básicas. ¿El veredicto? Habrá que esperar como a esos correos importantes que poco a poco van llegando.

Una antigua fábrica alemana de componentes electrónicos es hoy el refugio de los artistas chinos. Perdidos entre conductos de ventilación, chimeneas que no emanan humos, bocas de riego abandonadas a su suerte, grandes puertas de hierro corredizas, esconden el sentimiento de los creadores rasgados en forma de esculturas, graffitis y otras expresiones. El distrito artístico de Dashanzi (Espacio 798) ha sido un acierto, una asignatura pendiente que ya tiene la x en la lista de lugares por descubrir. Suma y sigue.

Xing es la que va intentar mostrarnos el camino para lograr pronunciar zh, ch, j, c y z sin que nuestras lenguas sufran un esguince de nivel alto. El idioma chino tiene tantas incógnitas como posibilidades nos brinda de crecer.
Como diría Serrat, todo pasa y todo queda, como ese esfuerzo que tanto has puesto en tu camino. Nada por lo que luches será en vano y pronto recibirás tu recompensa. Madrugones que te activan por la tensión de un posible obstáculo pero que siempre termina por ser alcanzado. Ya ha pasado lo peor, ahora es el momento de disfrutar y tu hermana se encargará de que así sea en Beijing. ¡Os esperamos en el Capital Airport!

jueves, 21 de mayo de 2009

¡Campei!

Lianjiang. Esta ciudad se presentaba a nuestros ojos como una nueva oportunidad para conocer la cultura del país que nos acoge. Como aparentes hijos del dueño de una empresa de vinos española llegamos a uno de los pueblos que componen la provincia de Fujian, a 968 millas al sur de la capital del norte.

Nuestra presencia allí respondía a un motivo que bien podría sonar inverosímil: necesitaban representación española para la apertura de una tienda vinícola en un pueblo del mismo tamaño que Rivas. Lo que a priori resultó ser una razón poco fundamentada, pronto pasó a ser la raíz de peso de toda la parafernalia que se destapó. Cantidades de vino para todos los comensales en la inauguración de un balneario hecho para impresionar, ese es el método que emplean los business men de China. Un campei detrás de otro (lo que en España se traduce por un Hidalgo), por cada una de las veinticinco mesas en honor al dueño de la empresa española, aquella de la nos habíamos convertido en hijos adoptivos de la noche a la mañana.

Lianjiang personifica la China que imaginamos. Anárquica, solidaria, decadente, amistosa, rural, machista, callejera, viciosa, mezcla de olores que seducen o se aborrecen…auténtica. Calles atestadas de gente, garajes convertidos en tiendas de pesca y de motores, rivalizan con un asfalto donde reina un caos que solo entienden los que circulan sobre él. Línea doble continúa invisible a los ojos del conductor que desea adelantar a una moto-taxi, a un rickshaw y a camiones que muestran su motor, sin dejar de esquivar a los camicaces que pedalean en sus destartaladas bicicletas.


La cercanía al mar ha resultado ser el mayor contrapunto entre este pueblo y Beijing. Carne en el norte, marisco en nuestro último destino temporal. Reuniones gastronómicas repletas de todo tipo de animales marinos (sí, el desconocimiento no nos permite cerciorarnos de lo que hemos ingerido). Mesas y sillas de plástico, sombrillas de playa y palillos de bambú son el mobiliario que presentan las marisquerías de este pueblo próximo al Mar de China. La comida no guarda relación alguna con el lugar donde la sirven. El protagonista es el cangrejo y punto. Los platos nunca se agotaban, al contrario de las botellas de vino de la casa y es que los brindis aquí se hacen a lo grande. Cuando no era por el jefe de la gran empresa del pueblo, era por el dueño de la televisión de Fuzhou. Consecuencia: sobran las palabras.


Las sofisticadas inauguraciones de las tiendas madrileñas nada tienen que ver con las que por aquí se hacen. Una alfombra roja custodiada en ambos lados por ramos de flores, columnas hinchadas de aire que flanquean la calle llena de curiosos y para terminar una traca y lluvia de confeti. Hortera, sí, pero a los chinos les gusta así y les vimos felices. Nosotros lo fuimos con ellos.
Un banquete similar al de una boda, sirvió de colofón para una esperpéntica presentación de vinos españoles en una pequeña localidad china a cargo de los que con trabajo e ilusión dan vida a este blog con palabras e imágenes para que sigamos siempre cerca. ¡Por España y por China, campei!

lunes, 18 de mayo de 2009

El destape llegó a Beijing


A raíz de que Galo y Mónica iniciaron su aventura por tierras chinas surgió nuestra idea de visitar a un amigo/hermano a un destino que nunca nos habíamos planteado. Íbamos con una opinión de Beijing que no tardamos mucho en cambiar. A mejor, evidentemente.


Ni los escupitajos de los pekineses más castizos, ni la peste tofu frito de los puestos ambulantes, ni los atascos, iban a cambiar ya la buena imagen que transmitían las sonrisas chinas.


Después de un largo viaje con feliz parada en Ámsterdam, la ciudad que siempre sonríe, llegamos a Beijing, donde justo antes de desembarcar se metieron 4 hombres con “trajes espaciales” a inspeccionar que ninguno de los pasajeros allí presentes estábamos infectados por el virus que ha tenido en vilo a todo el mundo. Gracias a Mao, no había ningún infectado, así que después de rellenar unos formularios nos dejaron salir del avión.

Tras un reencuentro muy cariñoso entre hermanos y amigos salimos del aeropuerto y aquí es cuando realmente empieza todo. Un taxi nos adentró en la city sobre un cielo gris. Habíamos aterrizado en un mundo diferente, en el que los neones y rascacielos se estaban comiendo el viejo Beijing.


Tener un chófer esperando en la puerta de tu casa después de un madrugón para ver la Gran Muralla china eso no tiene precio. Bueno sí, 500 yuanes. Nos las prometíamos muy felices al estar tan cerca de ver por primera vez “la serpiente de piedra” , aunque antes de llegar a Simatai (tramo de la muralla que pasa por dicho lugar) tuvimos un viaje con algo de turismo activo: adelantamientos en cambios de rasante, carreteras de dos carriles que se convertían en cuatro para sobrepasar a vehículos extraños, frenazos inesperados…y todo esto acompañado por el sonido estridente de un claxon que no paro de sonar y de las ráfagas de las largas avisando vete tú a saber de que. De la muralla poco podemos decir…con saber que es una de las siete maravillas del mundo hemos dicho demasiado, no?


¿Tubos de ensayo para los chupitos? ¿Tapas de frutas con las copas? Ya pensábamos que estos chinos no sabían divertirse…hasta que empezó a sonar “Dame más gasolina” y la pista de baile del Cargo se llenó. Sí, era una disco china, con megatrón y paquetes llenos de tabaco por las mesas sin que nadie los toque.


De noche se bebe pero de día hay que comer y el arroz tres delicias no aparecía en las cartas, asi que nuestros guías nos proponían constantes tours gastronómicos por Hong Kong, Taiwán, India, Corea, Vietnam…incluso pato laqueado con un espectaculo en la preparación mas propio del Bullate que de un país comunista y todo esto sin salir de la capital.


La programación televisiva en el hogar de nuestros amigos sherpas no nos deja mudos, así que tras llegar a esta curiosa urbanización y desearle “ wan an” (buenas noches) al conserje, se suceden debates más o menos mundanos sobre los temas más diversos y polémicos.
Ya se acerca el final del viaje y uno empieza a dudar que las palabras aprendidas en esta sorprendente ciudad vayan a servir de mucho, tal vez sólo una para Mónica y Galo: “ Xie xie!”

martes, 12 de mayo de 2009

Sin problemas en la aduana

Habían pasado cerca de cuatro meses desde la última vez y nos volvimos a encontrar en un aeropuerto. Lo mejor, que parecía que no había pasado el tiempo. El virus H1N1 puso en peligro el desembarco de un cargamento de jamón muy esperado. Nuestra visita se ha portado, ha hecho los deberes y supo sortear la parafernalia que se montó por una supuesta pandemia que, a día de hoy, no es más que un recuerdo de la primavera de 2009 con cierto aroma a cerdo.
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El centro de operaciones de la planta 17 nunca tuvo tanta vida como la que tiene esta semana. Levantarse por la mañana y, de camino a la cocina, ver a dos conocidos cuerpos tirados en el colchón del salón nos dibuja una sonrisa en el rostro. Las visitas son una suerte cargadas de significado.
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Un chofer con alma de piloto de F1 nos llevó al tramo de la Gran Muralla situado en Simatai. Esta vez el espectáculo no estuvo en la serpiente de ladrillo que se retuerce en la cima de las montañas más de allá del horizonte. El viaje de ida y de vuelta en un viejo Wolfwagen Jetta fue una atracción temeraria y retrato de un país por construir. Adelantamientos múltiples en vías de dos sentidos tanto por la derecha como por la izquierda. Apuradas de frenadas por culpa de un ficticio pájaro, música de claxón para avisar de que se iba a hacer esa maniobra imposible para los que no conducíamos ese coche y un largo etc. que no solo asustaría a los que portan una L en la luna trasera de su vehículo.
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Por lo visto, Yashow apuesta fuerte y gana la partida a muchos puntos, a priori, de mayor interés turístico. Dos visitas, cuatro shop-adicts. Tanto el mercado de Yashow como el de la Seda se muestran como una cultura de vida ante los turistas. El famoso duoshao qian? es la primera frase en chino que toda visita aprende y es que el regateo se ha convertido en una atracción: por sus precios y por la diversión. Al contrario de otros países donde esta práctica es habitual, en China todo es más fácil. El precio que te digan, rebájalo al 20%, ponles una sonrisa y lo conseguirás después de un buen rato, eso sí, un rato largo.
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A decir verdad, la lejanía con España despierta y provoca a nuestros sentimientos por muchos motivos. Echamos de menos a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestra cultura. La ausencia de miedo ha conseguido que paulatinamente vayamos asentándonos, vayamos adoptando la nacionalidad de Beijing ren. Una rutina tan minúscula como una copa los viernes por la noche aún no había entrado en nuestro cuaderno de bitácoras pero Borja y Kike lo han escrito en letras mayúsculas. El viernes decidimos ir a Cargo, una de las variadas discotecas que custodian el Estadio de los Trabajadores, para probar suerte con los locales que saben de ocio. Grandes coches en la puerta y los ya controles rutinarios en cada puesto de entrada. Dos minutos nos hicieron falta para darnos cuenta de que no sería difícil divertirnos, sentirnos como en casa, y así fue. Los chupitos en cubetas de laboratorio nos acercaron a los presentes y una china nos enseñó a bailar como ellos lo hacen. Parecía que no… pero tenía su encanto. Movimientos simbólicos que acercaron posturas y nos mostraron lo mejor de su personalidad: el respeto y admiración a todo ser humano. Nada de pisotones, de malas caras ni de intenciones “atacantes”. Una gran noche que terminó en un amanecer desde el coche y una afonía que aún perdura.
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Los días sin mañana no entran en nuestros planes porque no permitiremos que se rompa la esperanza. ¿Qué es lo que se espera de esta vida? Cada uno de nosotros sueña, como niños que somos, pero sólo dejarán de ser utopía si no esperamos a que pinte la ocasión. Dos trazos y un borrón, eso es la vida, aquella en la que el pulso con el miedo nunca debe ganar la partida.
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martes, 5 de mayo de 2009

El H1N1, Kike y Borja llegan a China


Una parada en el camino, un momento para la reflexión. En noviembre ya sabíamos que la decisión que acabábamos de tomar nos podría llevar al limbo, al punto en el que un solo hecho nos impulsaría a uno de los dos lados. Días difíciles que parecen ir viendo la luz, aquella por la que nunca perdimos la esperanza. Renegamos que las noticias han de ser negativas para llegar a eso, ser noticia. Con cuentagotas, pero las buenas van apareciendo en nuestra bandeja de entrada. Lo que pensamos que sólo sería un anuncio de profesor en el Cervantes, supuso un encontronazo con Margaret. Una hongkonesa con pasaporte australiano iba a sacar lo mejor de nosotros. Alumna ejemplar que nos enseña, que nos toma como ejemplo, que nos importa. ¿Cómo se puede coger cariño a alguien sabiendo que hay un final? Sí, corto, pero intenso será su paso como alumna de español.
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Con la ilusión de una afición, de dos madridistas, pusimos el despertador a horas intempestivas la madrugada del sábado al domingo. Pensábamos que acostarnos a las nueve y posponer la cena hasta la 1h30 merecería la pena. Jamón, lomo y queso completaban el ambiente nacional que se respiraba. Es verdad, no teníamos ni a Manolo Lama retransmitiendo el partido ni el Diario As entre las manos, pero podíamos ver al Real Madrid y al Barça cara a cara en el Bernabéu. ¿Qué más podíamos pedir? Que ganaran… A las 3h45, hora de Beijing, Undiano Mallenco pitó el final del partido y con él se fueron nuestras esperanzas. Decíamos adiós al partido y adiós a la Liga. Ahora, ya no estamos tan seguros de que nos levantemos para los noventa minutos de Mestalla… o tal vez sí.
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Pero la vida seguía y más en China, donde no descansan ni para comer. Dicen que éste es el país de las oportunidades para los trabajos curiosos y nosotros ya lo hemos podido comprobar. Un proyecto para obtener un software de español apareció ante nuestros ojos y el lunes nos pagaron por escribir 450 palabras en nuestra propia lengua. Algo menos de una hora nos tuvieron en una habitación que hacía de oficina entre unas callejuelas que bien podrían pertenecer a la Cañada. Poco dinero, sí, pero más que por un trabajo de azafata o catering en Madrid.
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Como el Almendro en Navidad, el “nuevo virus de la gripe” denominado H1N1 ha llegado a China. El Gobierno ha hecho una demostración de fuerza y transparencia y los Beijing ren han guardado sus mascarillas para los días contaminados. Aquí no hay miedo a la pandemia que se vaticinaba desde el oráculo que a veces parecen los diferentes organismos internacionales, OMS, ONU, UE, CE, FMI, BM, etc.


Más nombres propios tenemos que sumar a nuestra relación de amistades chinas. La mayoría son de la tierra de los peajes, del sobre valorado pero delicioso pan con tomate y sí, del Barça. Miguel, David y Guillem. De fuera de nuestro Tíbet particular están Virginia, Rita y Blanca, de Palma, de Oviedo y de Madrid respectivamente. A la mesa de un restaurante mexicano, De Lugas, disfrutamos de una animada, irónica, sincera y amigable conversación, quedando claro que Madrid y Barcelona generan una sana rivalidad que las hace crecer. ¡Hala Barça! y ¡Visca el Madrid!
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En cuestión de horas la segunda vista tomará tierra en el aeropuerto Internacional de la Capital. Los pasajeros que tenemos el honor de ir a esperar responden a los nombres de:

Sr Borja Martín
Sr Enrique Bermejo

Su vuelo…hace escala en Ámsterdam, donde la nicotina no engancha.

060509 KLM 1700 Madrid/ Amsterdam 10h30/13h05
060509
KLM 3811 Amsterdam/Beijing 20h55/12h40

La ilusión que suponemos que os hace venir a la Capital del Norte es recíproca por disfrutar de vuestra compañía. Si, es verdad, en la maleta vienen nuestros regalos y eso nos motiva. Como dice nuestra alumna Margaret, tenemos una nevera de delicatesen. Nos vemos hermano y Porlan…


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