Tocar todos los palos es algo que siempre se nos dio bien y más desde que estamos en Beijing. La necesidad del dinero nos hace buscarnos la vida de las maneras más variopintas que existan y es que esta ciudad es el foco de las oportunidades de este tipo de excentricidades para los extranjeros. Hoy buscaban a nativos para corregir traducciones de textos. A priori, un trabajo fácil y sencillo pero que escondía una complejidad que sólo hemos percibido al encontrarnos en una entrevista personal rodeada por tres especialistas. ¿Qué hacíamos allí? ¿Acaso pretendía ser éste el trabajo soñado? No, pero nos vimos hablando inglés sobre programas informáticos de los que no sabemos más que utilizar las funciones básicas. ¿El veredicto? Habrá que esperar como a esos correos importantes que poco a poco van llegando.
Una antigua fábrica alemana de componentes electrónicos es hoy el refugio de los artistas chinos. Perdidos entre conductos de ventilación, chimeneas que no emanan humos, bocas de riego abandonadas a su suerte, grandes puertas de hierro corredizas, esconden el sentimiento de los creadores rasgados en forma de esculturas, graffitis y otras expresiones. El distrito artístico de Dashanzi (Espacio 798) ha sido un acierto, una asignatura pendiente que ya tiene la x en la lista de lugares por descubrir. Suma y sigue.
Xing es la que va intentar mostrarnos el camino para lograr pronunciar zh, ch, j, c y z sin que nuestras lenguas sufran un esguince de nivel alto. El idioma chino tiene tantas incógnitas como posibilidades nos brinda de crecer.